Poética de la nana: Entre la cuna y la tumba (2015)

Poética de la nana - Entre la cuna y la tumba

Adelantamos un día la publicación semanal del blog para informar con un mínimo de antelación de la presentación del libro de Joaquín Díaz «Poética de la nana: entre la cuna y la tumba» (editado por La Huerta Grande), que tendrá lugar el miércoles 30 de marzo de 2016 a las 12:00 horas en la Sala Guitarte de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid), en la que intervendrán -además del propio Joaquín- Fernando Gomarín, editor de La Huerta Grande.

Poética de la nana - Portada libro

Federico García Lorca, en una bellísima conferencia sobre las nanas españolas afirmaba: «Hace unos años, paseando por las inmediaciones de Granada, oí cantar a una mujer del pueblo mientras dormía a su niño. Siempre había notado la aguda tristeza de las canciones de cuna de nuestro país; pero nunca como entonces sentí esta verdad tan concreta. Al acercarme a la cantora para anotar la canción observé que era una andaluza guapa, alegre sin el menor tic de melancolía; pero una tradición viva obraba en ella y ejecutaba el mandado fielmente, como si escuchara las viejas voces imperiosas que patinaban por su sangre”. García Lorca deja entrever el fondo de la cuestión. En los primeros arrullos ya hay como un aviso, una advertencia de que se nace para morir. Quevedo escribió: «Son la cuna y la sepultura el principio de la vida y el fin de ella. Y con ser al juicio del divertimiento las dos mayores distancias, la vida desengañada no sólo las ve confines, sino juntas con oficios recíprocos y convertidos en sí propios, siendo verdad que la cuna empieza a ser sepultura y la sepultura, cuna a la postrera vida».

Si entre esos «oficios recíprocos» de que habla Quevedo está el de aprender para recordar o para olvidar, estaríamos hablando de sensaciones que se fijan en la memoria para construir paulatinamente al individuo y cultivar sus sentimientos. Si en la elección o en la creación del repertorio de una persona tienen que ver sus gustos y preferencias, mucho más en aquellas canciones, las más de las veces improvisadas, en las que el alma se manifiesta espontáneamente en forma de melodía envuelta en versos, quebrados por un sentimiento de dolor o de miedo. Parafraseando a Lavoisier diríamos que entonces el sentimiento no se crea ni se destruye sino que simplemente se transforma. Y lo hace en amistad, en afecto, en admiración, en abnegación, en aprendizaje o en amor, formas múltiples de manifestarse la emoción humana.

(Joaquín Díaz)

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