Luis de la Fuente (1934-2017)

El pasado 19 de octubre de 2017 falleció en Valladolid Luis de la Fuente, amigo y testigo directo de la trayectoria profesional de Joaquín Díaz prácticamente desde sus inicios. Hombre polifacético e imprescindible, médico, escritor y poeta, fotógrafo, inteligente, lúcido, irónico y gran conversador, deja un hueco insustituible entre quienes le conocimos y apreciamos.

Siempre con la cámara al cuello, sus fotos -literalmente millones, como solía decir- han registrado infinidad de acontecimientos vinculados a Joaquín Díaz y a la Fundación que lleva su nombre. Sirva, a modo de ejemplo, su labor a lo largo de quince años (entre 1990 y 2004) fotografiando a muchos de los artistas que actuaron durante los domingos del mes de julio en el patio de la mencionada Fundación, entre ellos Carlos Montero, Eliseo Parra, Luis Delgado, Germán Díaz, Marina Rossell, Candeal, Amancio Prada, Yole, Fratelli Mancuso o La Musgaña (es posible verlas pinchando aquí).

Autor de obras como «La alquimia del tiempo» o «Mnesis», rescatamos a continuación un breve fragmento de este último libro:

«Me conoces tanto que cuando
muera, mi silencio hecho
oscuridad te susurrará
aquellas palabras nunca
dichas, aquellas que quizás
esperabas y no supe decirte, y

caerán sobre tu mente como
penachos blancos, como una
nube de recuerdos, como un
amor después de la muerte»

Faceta algo desconocida para muchos, Luis producía prosa y poesía personal y rotunda, como la que podemos apreciar en este escrito dedicado a Urueña:

Urueña …
rota y hundida …
imagen viva de Castilla,
madre vieja y decrépita
en cuyo espejo necesariamente te contemplas…
… Tu castillo, otrora altivo,
hoy malherido por la incuria y el tiempo
da cobijo a tus muertos
como un anticipo previsible
de su propio destino.
… Vetustas, venerables casas
blasonadas antaño con orgullo
se inclinan hogaño mendicantes
mostrando su joroba los tejados
en actitud limosnera vergonzante …
… Estás malherida, Urueña,
pero no muerta
y signos hay de que tu corazón late
con fuerza creciente día a día.
M
uralla venturosamente redimida,
a
yer defensa, hoy reclamo,
(
ironías de la historia),
fanal de atención insoslayable,
fortaleza;
fantasma que viene del pasado,
atalaya, mirador, balcón
 donde ayer vieras mesnadas con turbante
e
n belicoso, amenazador galope,
h
oy ves pacíficas ovejas
o
 el polvoriento latir de los tractores.
Urueña …,
con vocación esteparia
te detienes tras la muralla
y miras cómo el páramo se hace valle,
se hace llanura y se aleja, se aleja,
se va a León, a Zamora, a Portugal …
… qúe se yo …
y el horizonte se hace infinito en el suelo
y eterno en el tiempo … en silencio, en silencio …
… son los esponsales de la tierra con el cielo
que se ofician lejos, muy lejos
y a la ceremonia asisten
… Los Montes de León,
que galantes acuden vestidos de fiesta
con su manto de armiño.
— El Sol, astro rey,
que pudoroso muestra su magnífico rubor,
su brillante, quemadora mirada
o el dramático, majestuoso contraluz de los nubarrones,
al despedirse cada día.
Diríase que Urueña es platea de excepción
en el grandioso teatro de la Naturaleza;
… los actores … sencillos …,
… de la cantera cósmica local …
Auténtica exposición permanente
de cuadros absolutamente inimitables.
El iletrado se extasía en silencio;
el culto, el avisado, es consciente
de lo lejos que quedan el Louvre o el Prado
ante tan soberbia exposición.
Estabas malherida, Urueña,
pero nosotros, el presente, contemplamos
como, con la pértiga del pasado
te lanzas imparable hacia el futuro.

«Cuando yo no esté aquí…»

En la última foto, amigo Luis, enfocando, encuadrando y disparando… No podía ser de otro modo. Todo mi afecto y cariño a tu familia y amigos.

 

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