Son trece temas de aire popular y temática próxima a preocupaciones humanas como la libertad, el sexo, el amor, la amistad, el desengaño y la posesión los incluidos en este trabajo de Joaquín Díaz grabado y mezclado por Javier Coble (Madrid, 2008) y Luis Delgado (Madrid, 2009) y masterizado por Hugo Westerdahl en Axis (Madrid). Intervienen en su instrumentación, además de Joaquín (voz), Elena Casuso (voz), Felipe Sánchez Mascuñano (violas), Marina Sorín (violoncello), Antonio Pérez (castañuelas) y los ya mencionados Luis Delgado (pandereta) y Javier Coble (piano). El diseño gráfico corrió una vez más a cargo de Luis Vincent.
El hallazgo hace ya varios años de unas partituras en el sobrado de la casa de un pueblo de Valladolid, que servían como forro a un libro de Ovidio salido de la imprenta que los jesuitas tenían en su histórico colegio y noviciado de la población vallisoletana de Villagarcía de Campos, permitieron a Joaquín Díaz rescatar y grabar un repertorio representativo del compositor y violonchelista italiano del siglo XIX Federico Moretti.
«Fue un personaje curioso y desconocido, probablemente de origen noble, y que a su vocación de músico unió su condición militar, alistado en la Guardia Wallona y que participó junto a España en la Guerra de la Independencia contra los franceses», explicó nuestro protagonista el día de la presentación del disco, concretamente el 5 de junio de 2009 en la Sala Manuel de Falla de la Sociedad General de Autores de España (Madrid). En el acto intervinieron Andrés Ruiz Tarazona y Pablo González Pola de la Granja, quienes aparecen en la fotografía ubicada bajo estas líneas acompañando a Joaquín, y en otra algo más adelante.
Esas partituras, parte de las cuales también se encontraban en el interior del libro, están fechadas entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, son polkas, valses y fandangos, y probablemente pertenecían al repertorio de un violinista que las utilizaba para amenizar bailes y fiestas en la Tierra de Campos vallisoletana. Llevaban la firma de Moretti, autor de un conocido método para guitarra y de un catálogo musical razonado, quien habría nacido hacia 1756 y llegado a España en torno al 1795, donde se hizo protegido de la reina María Luisa de Parma, esposa del monarca Carlos IV.
«Lo que más me ha captado de él ha sido su eclecticismo porque en su juventud italiana perteneció al clasicismo y durante su madurez se encuadró en el romanticismo, pero su ironía y escepticismo, apreciable en sus composiciones, le enlazan hasta el día de hoy a través de la contemporaneidad», señaló Díaz, para quien Federico Moretti «fue algo así como un cantautor de su época, que componía canciones de moda y que eran muy conocidas».
Pinchando en cada uno de los títulos es posible escuchar la canción correspondiente, así como acceder a la ficha con los principales datos de cada una:
1.- La ausencia
2.- Boleras de las habas verdes
3.- La duda
4.- La irresolución
6.- La libertad
8.- El desengaño
9.- La insinuación
10.- La reflexión
11.- La explicación
13.- La posesión
Transcribimos a continuación el contenido completo de la intervención de Joaquín en el mencionado evento:
Mi madre, que era pianista y discípula de José Cubiles, jamás entendió cómo podía yo vivir sin ensayar, con la cantidad de horas que ella había consumido sentada ante su piano Erard. Concebía la interpretación musical como el resultado de un ejercicio físico y admitía difícilmente una interiorización de la partitura y menos aún una mentalización que sustituyera a las horas de práctica.
Sin querer ser pretencioso, porque no lo he sido jamás y mucho menos lo podría haber sido con mi madre que me conocía tan bien, trataba de explicarle mi método, que no era nuevo por otra parte, y que me permitía ensayar en cualquier momento y lugar, produciéndome mucha más satisfacción artística al no estar limitado por las propias facultades y no depender la materialización de esos ensayos de la extensión sonora de mi voz, a la que solían afectar con más frecuencia de lo deseado unas afonías intempestivas.
Cuando me he enfrentado a la interpretación de un repertorio o simplemente de un tema concreto, he procurado estudiarlo en silencio, interpretando dentro de mi cabeza lo que luego debería sonar, incluyendo en esa interpretación la respiración, la entonación, el fraseo, un giro en una sílaba, la adecuación de texto y melodía, etc. , especialmente en aquellos temas tradicionales que nunca se habían cantando antes, que surgían por tanto ex novo y que había recogido previamente en su versión más virginal de la voz antigua pero cansada o rota de las personas mayores a las que entrevistaba por esos pueblos de Dios.
Siempre confié más en la interpretación que en el control técnico, aun considerando a ambos complementarios. Concebía la interpretación en el sentido filosófico -o sea como la facultad de saber extraer la ley del fenómeno estudiado y saber reconocer la causa de entre el cúmulo de circunstancias que originaban el hecho observado-.
La ley en este caso era la ejecución de esa obra con el estilo más adecuado y esencial, mientras que la causa tendría que ver con el contexto en el que nacía o se había desarrollado dicha obra. Este método aparentemente tan sencillo me ha acompañado a lo largo de la vida y me ha servido para no abordar ninguna empresa musical que no vaya precedida de un largo estudio y de una meditación activa sobre los orígenes y evolución de los temas en cuestión.
A la figura de Federico Moretti me llevaron -y lo digo en parte en el texto que se incluye en el CD- la curiosidad por su biografía (escasa y dispersa), la anfibología de su vida dominada por dos pasiones -la milicia y la música- y el descubrimiento providencial de unas partituras de uso popular entre las cuales se hallaba alguna obra suya.
Moretti era, por cierto, un ejemplo clásico de ese tipo de músicos a los que la fama recompensó en vida pero cuya obra se inhumó junto al cuerpo de su autor al fallecer. Por supuesto que no me refiero al olvido total que mata definitivamente la memoria de un artista o al desconocimiento absoluto de su obra, sino a que no se había dado la posibilidad de rescate circunstancial que ofrecen tanto la moda, que va y viene caprichosa, como la casualidad o el interés, elementos todos que se alían a veces para producir milagros.
La Biblioteca Nacional, la British Library o la Biblioteca del Conservatorio de Madrid albergan un repertorio firmado por Moretti lo suficientemente nutrido como para editar un trabajo similar al que ahora se presenta y que, como casi todo lo que hoy se hace, hay que sacar al escaparate de la edición sonora, no se sabe bien por qué. Así que me dediqué a ratos a tararear interiormente los sones de «La ausencia», de «La duda», de «Las habas verdes» y muchos otros, tratando de hallar el estilo susodicho.
Pronto me di cuenta de que a Moretti (quien participaba de un Clasicismo moderado y estaba al mismo tiempo por derecho propio entre los autores románticos) le gustaban mucho además los sones populares, que por entonces se llamaban «aires nacionales» o sea las boleras, seguidillas y tiranas.
Acerca de la popularidad de su arte, nadie duda. El hecho de que nada más pisar Lisboa en plena guerra de la Independencia y más o menos de incógnito, le invite la condesa de Ega para cantar canciones españolas ante el general Junot y su esposa Laura -tan amante de la música- nos descubre un Moretti intérprete -cantautor habría que llamarle propiamente- conocido y reconocido no sólo en los salones cortesanos sino en los bailes de candil, como se desprende de las partituras halladas bajo la portada de ese libro de Ovidio que menciono en el CD, que habría sido impreso en la prensa jesuita de Villagarcía. Otro elemento más -el de la popularidad, incluso en ambientes populares-, para hacer más apetitoso el acercamiento a su persona y su obra.
Pero Moretti me ha interesado vivamente no sólo por los aspectos musicales que adornan su trabajo artístico sino por la concepción moderna de sus textos, dedicados en buena parte a las relaciones entre hombres y mujeres y a la dificultad, inherente a la condición humana, de acertar en los afectos.
Moretti, probablemente por vivir en una época crítica que se desarrolla entre dos tendencias estéticas, termina siendo ecléctico y a veces hasta irónico con todo lo que le rodea. Da la sensación, por los títulos de sus canciones, de que quiere establecer una relación de emociones a través de las cuales descubrir los fallos del sistema. La duda, la irresolución, el desengaño, la insinuación, la reflexión, son como hitos en aquellos afectos que sirven para resolver los momentos críticos con decisiones, que puede que sean acertadas o no pero que son como caminos sin retorno.
Esa visión romántica, pesimista, contrasta sin embargo con la mordacidad de que hace gala en algunas de sus conclusiones sobre la ambigüedad de ese amor que prefiere morir callado antes de hacer saber a quien quiere sus verdaderos sentimientos.
El amor que oculto vive
Sin llegar a declararse
Mal puede encontrar alivio
En quien la pasión no sabe.
En vano son quejas
En vano son ayes
Que mudos expliquen
afectos amantes.
Siendo mejor muchas veces
En amorosos combates
Excederse de atrevidos
Que no morir de cobardes.
Esos «amorosos combates», tan cercanos a Holderlin y a otros poetas románticos, trata de resolverlos nuestro buen Moretti con claridad y eficacia, con estilo táctico y a veces casi militar.
Yo las falacias
No sé de amor
Que mi sistema
Es sí o no.
Por lo que siempre
Quiero exigir
Resueltamente
O no o sí.
No sabemos de momento nada acerca de la vida amorosa de Moretti pero estoy seguro de que, con el impulso que puede dar a la investigación de su biografía la publicación de parte de su obra menor, estas canciones hermosas y sencillas, vendrán nuevos investigadores a descubrirnos algunos aspectos fundamentales de una personalidad curiosa e interesante.
En cualquier caso, me quedo con la idea, que se desprende de las opiniones de sus contemporáneos, de que Moretti era un apasionado y de que quien padece por la música bien puede hacerlo por muchas otras razones, entre las que (y de ello habría más muestras de las que podrían caber en todos los libros del mundo) el amor es una de las más frecuentes y poderosas.
Sólo en una ocasión el músico se sintió turbado por otra circunstancia que nada tenía que ver con Cupido y lo describe él mismo en su Contestación -opúsculo al que hace referencia Ruiz Tarazona en su presentación- cuando tras ser invitado en Lisboa por el general Junot y su esposa Laura, el propio general intenta convencerle de que se pase a la causa de Napoleón:
«Como al parecer -escribe Moretti-, el objeto principal de mi convite había sido el deseo que tenía Junot de conocer las canciones nacionales españolas, me suplicó que cantase algún bolero; y yo, que quería manifestarle que me servía de sumo gusto el complacerle, no me hice de rogar, y fue la primera vez de mi vida que canté y toqué maquinalmente, tal era el estado en que se hallaban mi espíritu y mi físico».
Este es el Moretti impresionable y delicado al que he tratado de retratar en la interpretación del CD.
En el siguiente documento podéis acceder a las letras de todos los temas del disco.
NOTA: Actualización de la entrada originalmente publicada en «Cancionero de Romances» el 27 de junio de 2012.







2 respuestas a «CANCIONES DE FEDERICO MORETTI (2009)»